Esta foto ilustra, uno de los monitos alimentándose sin despegarse de la madre de felpa.
Éticamente no se
pueden realizar estudios experimentales, con seres humanos, como lo hizo
Harlow, con los “Monos Rhessus”. Incluso, aunque nos suene cruel, él fue más allá, en sus
investigaciones. Aisló otros monitos
recién nacidos. Estaban ausentes de contacto social,
total
aislamiento, unos un mes, otros seis meses, hasta un año.
Algunos tenían una personalidad más activa que
otros. Pero al pasar los días, cuando los integraron con el grupo de monos,
habían perdido las destrezas de interacción social,
mostraban confusión mental, nerviosismo, incapacidad para
defenderse y comprender las señas o lenguaje de los monos.
Si trasladamos estas investigaciones y la comparamos con los seres
humanos, básicamente lo que implica, es la pérdida de la capacidad natural de
un infante para relacionarse apropiadamente, la dificultad para interpretar el lenguaje emocional (inteligencia emocional) y una alteración o disminución del potencial biológico natural.
Otro pionero investigador fue el
Dr. John C. Lilly, quién realizó estudios sobre “privación sensorial” (eliminarle a los sentidos luz, sonido, olfato, y
tacto).
En periodos cortos, por
ejemplo, 15 minutos, la persona puede entrar en descanso
y meditación. En periodos prolongados, la privación sensorial puede
provocar alucinaciones, depresión, ansiedad y
pensamientos extraños o fuera del control del sujeto.
¿Y qué utilidad tiene ésta información con el niño interno lastimado? El conector es
la PREVENCIÓN. Hoy día debido a la complejidad social y del mundo
laboral, la mayor parte de las familias dejan los infantes en Centros de Cuido
o en hogares privados, con el propósito de que le ayuden en el proceso de cuidar
a ese menor. Por eso, es importante que los padres puedan a tiempo observar señales o
indicadores que permita levantar bandera roja,
para poder proteger ese menor, en caso de sufrir abandono afectivo o cualquier otro tipo de maltrato…
1: Llanto continuo, expresión
de temor, cuando tiene que despegarse del cuidador.
2: Terror Nocturno sin razón
aparente.
3: Temor excesivo del menor al
abandono, cuando el cuidador, no se encuentra presente. Y una necesidad constante, hasta el nivel de saturación
que se manifiesta por una actitud de reasegurarse
de la existencia permanente del afecto del otro y así sentirse seguro o segura.
4: Pérdida de peso y apetito.
5: Pérdida de interés en exploración
del entorno o medio ambiente, tristeza.
6: Otros.
Aunque estos indicadores pueden ser muy parecidos a otros trastornos
emocionales y metabólicos, estar alerta, proteger, acunar en ese centro del
corazón, a los menores, es responsabilidad de todos. Ellos son indefensos, nuestro futuro, la salud
mental de una sociedad. !Cuidemos bien de ellos¡
Con mucho cariño.
Dra. Aracely Ortiz López
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