DESDE MI VENTANA
Fueron segundos de destellos, maravillosos momentos
donde vislumbré fulgores, resplandores de colores...centelleos, luces de vida
de dos hermosas avecillas....matices de tonalidades similar al arco iris. Dos
diminutas y hermosas avecillas construyendo su nido, entre las rejillas de mi ventana, en un hogar tibio y melodioso.
¡Fue
asombroso! Presenciar y ser testigo en
ese momento azaroso al observar la inteligencia de Dios en el proceso de la
creación. Estaban unidas en un trabajó
armonioso y perfecto. Entrelazaban pajillas, como las más avezadas tejedoras de
hilos del más costoso algodón egipcio. Expertas avecillas y afanosa pareja, en
una misión maravillosa de construir su hogar pasajero. Porque como el de ellas,
también el nuestro es temporal y efímero.
Pensamos
equivocadamente que son unas simples aves, pero su inteligencia, es más grande
que la nuestra. Ellas son independientes, saben cuándo tomar su alimento y
agua. Y nosotros los humanos muchas veces tan dependientes y dejados. Pasamos
por esta existencia y ni tan siquiera dejamos un techo para nuestra prole.
Hijos que arrastran pesadas cadenas de disfunción y dolor generacional, que
daña la genética espiritual de nuestra descendencia.
Estas
avecillas, trabajaban fuertemente, en orden divino, un equipo perfecto, en armonía, cantando
hermosos trinos, sin chocar con la tensión y el enfurecimiento.
Su trabajo,
para su tamaño corporal, era arduo. En un día, donde se mezclaba el sol, la
brisa y lloviznas esporádicas. Esto
nosotros lo consideraríamos adversidades, tropiezos, para buscar un pretexto y
soltar las responsabilidades. Pero ellas sabían que el tiempo cuenta y seguían.
Ese hogar
representaba el amor, responsabilidad, la copulación, procreación de la especie,
una futura generación. Esas ramas entretejidas, eran ahora mis maestras. Pues me creaba consciencia de que mi tiempo
cuenta y que también vine a esta existencia, ya que tengo proyectos
existenciales, humanitarios, pues reconstruyo vidas. Creo biografías, cambio
las historias de las familias que se acercan al calor de mi nido profesional.
Como ellas,
también soy arquitecta de la experiencia de otros, escultora de emociones,
similarmente persevero, me enfoco, continúo. Pero es que he aprendido de la
naturaleza, a renovarme, para continuar con la misión que tengo, crear
consciencia de que debemos sanar. Hacer un mundo mejor.
Todo desde
mi ventana, un aprendizaje continuo, hermoso, vivido. Unas avecillas
multicolores, con un arco iris de vestido, bajo una cobija húmeda, con
milagrosos agujeros de rayos de sol tibios, que ayudaban a masajear sus
músculos, aliviar la fricción de la motivadora faena, realizada con esmero y
perfección.
Que otras
cosas podré aprender, desde mi ventana. El hogar que entretejí con hilos
dorados de amor, una cobija suave, entre mascotas y un ser de ensueño, cálido,
apasionado, con piel a sabor de almendras y caramelo en su pelo.
La ventana
continúa en su lugar. Yo me muevo, vuelvo a observar a través de esos espacios
maravillosos, a ver que aprendo...recuerda, que solo debemos estar alerta.
Estoy de
frente ante la naturaleza. Mi mente abierta, ella es mi maestra. Hoy los
tutores fueron las avecillas. ¿Quiénes serán mis mentores ahorita? Mantente receptivo o receptiva, la vida tiene
muchos cauces. Quizás me toque a mí, ser tu alumna. Si fuera así... ¡Bienvenido
maestro(a)!
Con mucho
cariño.
Dra. Aracely Ortiz López
Life Coach Integral, Hipnocoach
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